Historia

Caniles es un pueblo situado al nordeste de la provincia de Granada. Es el último pueblo de la provincia en el límite con Almería, concretamente con la zona del mármol.

Nuestro municipio está bien comunicado puesto que estamos a pocos kilómetros de la A-92 Norte que nos comunica con Granada, Almería y Murcia. Con el nuevo proyecto de la autovía del mármol estaremos conectados por una vía rápida con la cuenca del Almanzora y con las costas almeriense y murciana.

Llena de historia y de tradiciones centenarias, en una naturaleza privilegiada, la villa de Caniles se sitúa en la comarca granadina del altiplano, sobre unas suaves colinas que bordean, por su flanco sureste, la hoya de Baza.

Las primeras señales que atestiguan la presencia humana en las tierras que hoy conforman el municipio de Caniles, se remontan al periodo paleolítico, hace 5000 años. Restos pertenecientes a esta época fueron hallados a principios de siglo XX en la cueva de la Pastora y en el poblado prehistórico de los montones de piedra.

Durante el periodo neolítico se intensificaron los poblamientos en las cercanías de ríos y ramblas, los primitivos asentamientos en cuevas son abandonados y comienzan a nacer los primeros núcleos habitados. De esta época datan dos importantes hallazgos arqueológicos, el denominado «Vaso de Caniles», de tipo campaniforme, y una valiosa tulipa de origen argárico, que se conservan en el Museo Arqueológico Nacional. En Rejano, la Carriza y el barranco de San Sebastián podemos observar restos de poblamientos de la edad del cobre y del bronce.

El siglo XIX se inicia con las primeras actas capitulares de nuestro ayuntamiento, que datan de 1832. No fue ésta una época fácil para los habitantes de Caniles, que se vieron afectados por diversas epidemias a lo largo de todo el siglo. De tercianas en 1802 y 1817, de disentería infantil en 1821, de cólera en 1855 y 1885. Éstas diezmaron a la población que poco podía hacer ante ellas en medio de la miseria generalizada. También fueron frecuentes los conflictos, iniciados en el siglo anterior, por el agua de los ríos Morax y Uclías con Baza y diferentes órdenes religiosas que provocaron más de un pleito y algún que otro enfrentamiento. Pero fue el XIX también fue una época de grandes proyectos públicos. La construcción en la ribera del río Morax de una planta para decantar las arenas auríferas, el trazado del ferrocarril, el proyecto de la azucarera. El siglo acabó con la plaga de filoxera que devastó los viñedos de la comarca suponiendo un verdadero problema para la economía local.

Caniles fue arrastrado durante el siglo XX por los mismos avatares y convulsiones que vivió el resto de España. Durante el primer tercio se asistió a una cierta estabilidad social y económica, favorecida por la construcción del ferrocarril y la implantación de una industria azucarera en nuestra vega. La llegada de la Segunda República en 1931 comenzó a dejar ver la polarización política a la que se veía abocado Caniles junto con el país entero. La situación se desbordó tras el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936. Caniles quedó en la zona republicana, y así seguiría hasta el final del conflicto. Los hombres jóvenes marcharon al frente. Más de 200 canileros perecieron durante la contienda. El fragor revolucionario incautó sus propiedades a los terratenientes, asesinó a algunos de ellos, destruyó el ajuar, las tallas y el retablo barroco del templo parroquial, propuso la independencia de Rejano, aunque en líneas generales la vida en la localidad se desarrollaba en medio de una calma tensa.

La llegada de la dictadura franquista supuso un momento inicial de represión a los sectores que habían colaborado con la República y la vuelta a los valores tradicionales, renaciendo el fervor religioso. Eran los «años del hambre», una dura época dominada por la escasez. Pero frente a la tendencia generalizada al despoblamiento y la emigración, Caniles constituye un caso excepcional en la Comarca, ya que su población no sufrirá fuertes oscilaciones durante esos años, al contrario que muchos pueblos de la zona y de toda Andalucía. La causa de esta estabilidad poblacional y, en cierto sentido, de prosperidad, hay que buscarla en la industria azucarera. El hecho de que su actividad se redujera a la época de recogida de la remolacha dio un carácter especial a la emigración. A diferencia de otros lugares, donde ésta fue definitiva, en Caniles se convirtió en una emigración de temporada. Estos emigrantes estacionales, «temporeros», se dirigían principalmente a Francia, donde realizaban diversas tareas agrícolas durante los meses de primavera y verano. A partir de los años 60 y 70 se percibió una mejoría, en gran medida debida a esta emigración. El callejero comenzó a multiplicarse, desbordándose los límites urbanos con el nacimiento de nuevos barrios en donde antaño sólo había eras de pan trillar.

Los últimos años del siglo XX, que presencian el cierre de la línea ferroviaria y el cese de la actividad en la azucarera, transformada en industria química, transcurren impregnados de aires europeos. La entrada de España en la Comunidad Europea en 1.986 marcará también el arranque de un nuevo periodo histórico, en el que el devenir de nuestro pueblo ha ido ligado inexorablemente a la política supranacional de la U.E., especialmente la agraria. En estos años iniciales del S. XXI nuevas infraestructuras han modernizado Caniles. El pueblo que fue emigrante en los 60 ha visto como en los últimos tiempos se han ido instalando en él gentes procedentes de otros lugares del mundo, especialmente de los países del este e hispanoamericanos, en busca de un mejor futuro.

Caniles es en estos momentos de la historia una villa fronteriza continuamente expuesta a incursiones castellanas, pero, aún así, aparece citada en las crónicas como una fortaleza segura y dificil de asediar, de ahí su renombre de «Canilles la famosa». Tanto es así que a principios del S.XIV, los infantes Don Pedro y Don Juan de Castilla, tras tomar Orce, Benamaurel, Cúllar, Huéscar y Galera, no pueden hacer lo mismo con Baza, Zújar y Caniles. Volverá Caniles a quedar en línea de fuego allá a mitad del S.XV, cuando el Adelantado de Murcia, Alonso Yáñez Fajardo » El Bravo» reconquista de nuevo Cúllar, Galera, y Benamaurel que Ismail I había recuperado a mediados del siglo anterior.

Pero esta situación de incertidumbre fronteriza durará hasta 1.488, cuando los Reyes Católicos conquistan definitivamente Huéscar, Orce, Galera, Benamaurel, Cúllar y casi todos los castillos de la tierra de Vera. «. Los moros de Caniles, y en su nombre Abulcacin Haçeni, alcaide de la villa, entregaron pacificamente la fortaleza y la villa de Caniles a Don Iñigo López de Mendoza, Conde de Tendilla, la tarde del sábado 13 de Junio de 1489.

Hernández del Pulgar nos dice en su crónica «visto por los Moros que estaban en Canilles como la Villa de Zújar y otras fortaleças que estaban cercanas a Baza se entregaron al Rey, e que el Conde de Tendilla iba sobre Canilles, se entregó al dicho Conde como quier que aquel lugar es fuerte e cercano a Baza».

En 1.501, poco después de las sublevaciones que acaban con la Granada mudéjar, la corona decide que las villas de Caniles, Benamaurel, Cúllar, Macael, y Alaroya pasen a la jurisdicción de la ciudad de Baza, posiblemente como castigo por la sublevación de sus mudéjares. Este periodo histórico de dependencia de Baza durará hasta l.679, año que culmina el proceso de exención de dicha ciudad iniciado en 1648.

La población en estos primeros años del S.XVI es enteramente morisca. Así de un censo de 760 vecinos tan sólo 30 eran cristianos viejos. Caniles en manos de los moriscos granadinos era un pueblo próspero que cultivaba la seda, el trigo y sobre todo la viña. La producción de vino fue siempre una de las mayores riquezas de la villa, lo demuestra el hecho de que en sus campos se cultivaban más de 700.000 cepas.

Esta situación de riqueza y tranquilidad aparente sufrirá un duro golpe en 1.568, año de la rebelión de los moriscos. Tras la expulsión la población de Caniles mermó notablemente. Pero, poco a poco, el entorno del viejo barrio medieval se fue repoblando con nuevas gentes venidas de Jaén, Castilla-La Mancha y Murcia. Otros repobladores eligieron sus viviendas en los alrededores de la mezquita mayor. Con el tiempo, el Ravalchedid fue paulatinamente abandonado y a mediados del siglo XVIII habitaban este barrio apenas un centenar y medio de vecinos.

Será en la siguiente centuria cuando los canileros comienzan a darse cuenta de las desventajas de todo tipo que suponía pertenecer a Baza, distante legua y media. Los primeros movimientos secesionistas se produjeron en 1648. En 1679 se consigue la ansiada independencia, cuyos trámites se habían iniciado 31 años antes. Tras el notable esfuerzo que supuso el pago a la Corona de 19.000 ducados, el rey Carlos II, concedió el privilegio de villazgo a Caniles el 31 de diciembre de 1679. Este era efectivo desde el 26 de diciembre de 1648 cuando el juez Vicente Zapata se presentó en Caniles, procedente de Madrid. Dos días después se constituyó el primer Ayuntamiento, que se reunió en la Plaza de la Iglesia. Seguidamente se delimitó el término y se censó al vecindario. La andadura del nuevo municipio se iniciaba sin más riqueza que unas pocas tierras y el trabajo de sus humildes gentes.

Los años siguientes a la independencia municipal supusieron momentos de gran dinamismo para la nueva villa. Es un tiempo de crecimiento económico sin demasiados conflictos que alteraran el desarrollo de la localidad. El entramado urbano comenzó a expandirse rápidamente, así como su población. En 1.752 el censo de habitantes ascendía a 636 vecinos. Pronto se acometió la construcción de los edificios importantes que el pueblo necesitaba. Primero fue la iglesia de Santa María, que sería ampliada y remodelada en este siglo y que sería puesta bajo la advocación de Santa María y San Pedro. Por esos años se construye la ermita de San Sebastián y la casa de los Mancebo, origen de la calle nueva, el Pósito y el convento de los Franciscanos de Alcántara, hoy desaparecido.

El siglo XIX se inicia con las primeras actas capitulares de nuestro ayuntamiento, que datan de 1832. No fue ésta una época fácil para los habitantes de Caniles, que se vieron afectados por diversas epidemias a lo largo de todo el siglo. De tercianas en 1802 y 1817, de disentería infantil en 1821, de cólera en 1855 y 1885. Éstas diezmaron a la población que poco podía hacer ante ellas en medio de la miseria generalizada. También fueron frecuentes los conflictos, iniciados en el siglo anterior, por el agua de los ríos Morax y Uclías con Baza y diferentes órdenes religiosas que provocaron más de un pleito y algún que otro enfrentamiento. Pero fue el XIX también fue una época de grandes proyectos públicos. La construcción en la ribera del río Morax de una planta para decantar las arenas auríferas, el trazado del ferrocarril, el proyecto de la azucarera. El siglo acabó con la plaga de filoxera que devastó los viñedos de la comarca suponiendo un verdadero problema para la economía local.

Caniles fue arrastrado durante el siglo XX por los mismos avatares y convulsiones que vivió el resto de España. Durante el primer tercio se asistió a una cierta estabilidad social y económica, favorecida por la construcción del ferrocarril y la implantación de una industria azucarera en nuestra vega. La llegada de la Segunda República en 1931 comenzó a dejar ver la polarización política a la que se veía abocado Caniles junto con el país entero. La situación se desbordó tras el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936. Caniles quedó en la zona republicana, y así seguiría hasta el final del conflicto. Los hombres jóvenes marcharon al frente. Más de 200 canileros perecieron durante la contienda. El fragor revolucionario incautó sus propiedades a los terratenientes, asesinó a algunos de ellos, destruyó el ajuar, las tallas y el retablo barroco del templo parroquial, propuso la independencia de Rejano, aunque en líneas generales la vida en la localidad se desarrollaba en medio de una calma tensa.

La llegada de la dictadura franquista supuso un momento inicial de represión a los sectores que habían colaborado con la República y la vuelta a los valores tradicionales, renaciendo el fervor religioso. Eran los «años del hambre», una dura época dominada por la escasez. Pero frente a la tendencia generalizada al despoblamiento y la emigración, Caniles constituye un caso excepcional en la Comarca, ya que su población no sufrirá fuertes oscilaciones durante esos años, al contrario que muchos pueblos de la zona y de toda Andalucía. La causa de esta estabilidad poblacional y, en cierto sentido, de prosperidad, hay que buscarla en la industria azucarera. El hecho de que su actividad se redujera a la época de recogida de la remolacha dio un carácter especial a la emigración. A diferencia de otros lugares, donde ésta fue definitiva, en Caniles se convirtió en una emigración de temporada. Estos emigrantes estacionales, «temporeros», se dirigían principalmente a Francia, donde realizaban diversas tareas agrícolas durante los meses de primavera y verano. A partir de los años 60 y 70 se percibió una mejoría, en gran medida debida a esta emigración. El callejero comenzó a multiplicarse, desbordándose los límites urbanos con el nacimiento de nuevos barrios en donde antaño sólo había eras de pan trillar.

Los últimos años del siglo XX, que presencian el cierre de la línea ferroviaria y el cese de la actividad en la azucarera, transformada en industria química, transcurren impregnados de aires europeos. La entrada de España en la Comunidad Europea en 1.986 marcará también el arranque de un nuevo periodo histórico, en el que el devenir de nuestro pueblo ha ido ligado inexorablemente a la política supranacional de la U.E., especialmente la agraria. En estos años iniciales del S. XXI nuevas infraestructuras han modernizado Caniles. El pueblo que fue emigrante en los 60 ha visto como en los últimos tiempos se han ido instalando en él gentes procedentes de otros lugares del mundo, especialmente de los países del este e hispanoamericanos, en busca de un mejor futuro.

En el periodo ibérico, la cercanía de la importante capital de los bastetanos, posiblemente provocó la aparición de los primeros poblados que de forma permanente aprovechaban las fértiles riberas. Los restos aparecidos en el desaparecido barranco de El Fuerte y los enterramientos en el pago del Tortán confirman la presencia y desarrollo de esta cultura en las tierras de Caniles.

Pero son de época romana las huellas que confirman una ocupación ya significativa del territorio de Caniles. Los romanos explotaron intensamente los recursos auríferos del río Morax y comenzaron a construir obras –canales – para la explotación agrícola de los valles. Es en este momento cuando aparece el núcleo original de población. Aquella primitiva aldea sería el centro de numerosas «villae» o fincas rurales que aprovechaban las aguas de la zona para desarrollar una intensa actividad agraria.

Tras el abandono de las villas romanas sobreviene un periodo oscuro en cuanto a la información existente sobre el devenir de las tierras de Caniles en la Alta Edad Media.

En el periodo musulmán los califas cordobeses siguieron explotando los ya escasos recursos auríferos, ampliando y perfeccionando los sistemas de regadío heredados de los romanos hasta completar una de las redes de acequias más extensas del antiguo Reino de Granada.

En las obras de los geógrafos árabes y en las crónicas Caniles es descrito como una villa bien fortificada, ligada por dependencia con la cercana Madinat Bastha (Baza) y punto importante de parada en las rutas de Granada hacia levante y de Baza a Almería. Ibn Jubair en el S.XII habla de las excelencias del «manzil» (la venta, posada) de Hisn Qanilish, a un día de Cuevas (del Almanzora) y Guadix, en el itinerario de Granada hacia Cartagena. Ibn Al-jatib, Visir y escritor, uno de los personajes mas fascinantes de la Cultura Andalusí, al hablar en una de sus obras geográficas de1.347, el relato de un viaje de inspección acompañando a Yusuf I por las fronteras orientales del reino, dice al referirse a Caniles: «(Caniles) la mayor de sus hijas (de Baza), parecida a ella en tamaño, menor por sus vergeles y jardines» y nos habla de una población próspera donde «Las mieses forman mares de Trigo».

El Caniles que visita Ibn Al-Jatib era una importante aljama del reino con una población que superaba las 800 cabezas de familia (más de 4000 habitantes). En ella destacaban la alcazaba y sus dos mezquitas. La alcazaba, situada en El Fuerte, era de grandes dimensiones y una de las más importantes de este sector defensivo del reino Nazarí. A su sombra se extendía el arrabal chedid o «Barrio viejo». Una de las mezquitas se ubicaba en este barrio y sobre su solar se edificó la desaparecida iglesia de San Pedro que aparece citada en el en el libro del Apeo. La mezquita mayor, en la actualidad Iglesia de Santa María y San Pedro, se alzaba en la parte alta del pueblo, y, en torno a ella, las casas se agrupaban formando otro barrio cuyas calles aprovechaban los barrancos, y se alineaban en dirección al barrio viejo, la alcazaba y el camino de Baza.

Caniles es en estos momentos de la historia una villa fronteriza continuamente expuesta a incursiones castellanas, pero, aún así, aparece citada en las crónicas como una fortaleza segura y dificil de asediar, de ahí su renombre de «Canilles la famosa». Tanto es así que a principios del S.XIV, los infantes Don Pedro y Don Juan de Castilla, tras tomar Orce, Benamaurel, Cúllar, Huéscar y Galera, no pueden hacer lo mismo con Baza, Zújar y Caniles. Volverá Caniles a quedar en línea de fuego allá a mitad del S.XV, cuando el Adelantado de Murcia, Alonso Yáñez Fajardo » El Bravo» reconquista de nuevo Cúllar, Galera, y Benamaurel que Ismail I había recuperado a mediados del siglo anterior.

Pero esta situación de incertidumbre fronteriza durará hasta 1.488, cuando los Reyes Católicos conquistan definitivamente Huéscar, Orce, Galera, Benamaurel, Cúllar y casi todos los castillos de la tierra de Vera. «. Los moros de Caniles, y en su nombre Abulcacin Haçeni, alcaide de la villa, entregaron pacificamente la fortaleza y la villa de Caniles a Don Iñigo López de Mendoza, Conde de Tendilla, la tarde del sábado 13 de Junio de 1489.

Hernández del Pulgar nos dice en su crónica «visto por los Moros que estaban en Canilles como la Villa de Zújar y otras fortaleças que estaban cercanas a Baza se entregaron al Rey, e que el Conde de Tendilla iba sobre Canilles, se entregó al dicho Conde como quier que aquel lugar es fuerte e cercano a Baza».

En 1.501, poco después de las sublevaciones que acaban con la Granada mudéjar, la corona decide que las villas de Caniles, Benamaurel, Cúllar, Macael, y Alaroya pasen a la jurisdicción de la ciudad de Baza, posiblemente como castigo por la sublevación de sus mudéjares. Este periodo histórico de dependencia de Baza durará hasta l.679, año que culmina el proceso de exención de dicha ciudad iniciado en 1648.

La población en estos primeros años del S.XVI es enteramente morisca. Así de un censo de 760 vecinos tan sólo 30 eran cristianos viejos. Caniles en manos de los moriscos granadinos era un pueblo próspero que cultivaba la seda, el trigo y sobre todo la viña. La producción de vino fue siempre una de las mayores riquezas de la villa, lo demuestra el hecho de que en sus campos se cultivaban más de 700.000 cepas.

Esta situación de riqueza y tranquilidad aparente sufrirá un duro golpe en 1.568, año de la rebelión de los moriscos. Tras la expulsión la población de Caniles mermó notablemente. Pero, poco a poco, el entorno del viejo barrio medieval se fue repoblando con nuevas gentes venidas de Jaén, Castilla-La Mancha y Murcia. Otros repobladores eligieron sus viviendas en los alrededores de la mezquita mayor. Con el tiempo, el Ravalchedid fue paulatinamente abandonado y a mediados del siglo XVIII habitaban este barrio apenas un centenar y medio de vecinos.

Será en la siguiente centuria cuando los canileros comienzan a darse cuenta de las desventajas de todo tipo que suponía pertenecer a Baza, distante legua y media. Los primeros movimientos secesionistas se produjeron en 1648. En 1679 se consigue la ansiada independencia, cuyos trámites se habían iniciado 31 años antes. Tras el notable esfuerzo que supuso el pago a la Corona de 19.000 ducados, el rey Carlos II, concedió el privilegio de villazgo a Caniles el 31 de diciembre de 1679. Este era efectivo desde el 26 de diciembre de 1648 cuando el juez Vicente Zapata se presentó en Caniles, procedente de Madrid. Dos días después se constituyó el primer Ayuntamiento, que se reunió en la Plaza de la Iglesia. Seguidamente se delimitó el término y se censó al vecindario. La andadura del nuevo municipio se iniciaba sin más riqueza que unas pocas tierras y el trabajo de sus humildes gentes.

Los años siguientes a la independencia municipal supusieron momentos de gran dinamismo para la nueva villa. Es un tiempo de crecimiento económico sin demasiados conflictos que alteraran el desarrollo de la localidad. El entramado urbano comenzó a expandirse rápidamente, así como su población. En 1.752 el censo de habitantes ascendía a 636 vecinos. Pronto se acometió la construcción de los edificios importantes que el pueblo necesitaba. Primero fue la iglesia de Santa María, que sería ampliada y remodelada en este siglo y que sería puesta bajo la advocación de Santa María y San Pedro. Por esos años se construye la ermita de San Sebastián y la casa de los Mancebo, origen de la calle nueva, el Pósito y el convento de los Franciscanos de Alcántara, hoy desaparecido.

El siglo XIX se inicia con las primeras actas capitulares de nuestro ayuntamiento, que datan de 1832. No fue ésta una época fácil para los habitantes de Caniles, que se vieron afectados por diversas epidemias a lo largo de todo el siglo. De tercianas en 1802 y 1817, de disentería infantil en 1821, de cólera en 1855 y 1885. Éstas diezmaron a la población que poco podía hacer ante ellas en medio de la miseria generalizada. También fueron frecuentes los conflictos, iniciados en el siglo anterior, por el agua de los ríos Morax y Uclías con Baza y diferentes órdenes religiosas que provocaron más de un pleito y algún que otro enfrentamiento. Pero fue el XIX también fue una época de grandes proyectos públicos. La construcción en la ribera del río Morax de una planta para decantar las arenas auríferas, el trazado del ferrocarril, el proyecto de la azucarera. El siglo acabó con la plaga de filoxera que devastó los viñedos de la comarca suponiendo un verdadero problema para la economía local.

Caniles fue arrastrado durante el siglo XX por los mismos avatares y convulsiones que vivió el resto de España. Durante el primer tercio se asistió a una cierta estabilidad social y económica, favorecida por la construcción del ferrocarril y la implantación de una industria azucarera en nuestra vega. La llegada de la Segunda República en 1931 comenzó a dejar ver la polarización política a la que se veía abocado Caniles junto con el país entero. La situación se desbordó tras el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936. Caniles quedó en la zona republicana, y así seguiría hasta el final del conflicto. Los hombres jóvenes marcharon al frente. Más de 200 canileros perecieron durante la contienda. El fragor revolucionario incautó sus propiedades a los terratenientes, asesinó a algunos de ellos, destruyó el ajuar, las tallas y el retablo barroco del templo parroquial, propuso la independencia de Rejano, aunque en líneas generales la vida en la localidad se desarrollaba en medio de una calma tensa.

La llegada de la dictadura franquista supuso un momento inicial de represión a los sectores que habían colaborado con la República y la vuelta a los valores tradicionales, renaciendo el fervor religioso. Eran los «años del hambre», una dura época dominada por la escasez. Pero frente a la tendencia generalizada al despoblamiento y la emigración, Caniles constituye un caso excepcional en la Comarca, ya que su población no sufrirá fuertes oscilaciones durante esos años, al contrario que muchos pueblos de la zona y de toda Andalucía. La causa de esta estabilidad poblacional y, en cierto sentido, de prosperidad, hay que buscarla en la industria azucarera. El hecho de que su actividad se redujera a la época de recogida de la remolacha dio un carácter especial a la emigración. A diferencia de otros lugares, donde ésta fue definitiva, en Caniles se convirtió en una emigración de temporada. Estos emigrantes estacionales, «temporeros», se dirigían principalmente a Francia, donde realizaban diversas tareas agrícolas durante los meses de primavera y verano. A partir de los años 60 y 70 se percibió una mejoría, en gran medida debida a esta emigración. El callejero comenzó a multiplicarse, desbordándose los límites urbanos con el nacimiento de nuevos barrios en donde antaño sólo había eras de pan trillar.

Los últimos años del siglo XX, que presencian el cierre de la línea ferroviaria y el cese de la actividad en la azucarera, transformada en industria química, transcurren impregnados de aires europeos. La entrada de España en la Comunidad Europea en 1.986 marcará también el arranque de un nuevo periodo histórico, en el que el devenir de nuestro pueblo ha ido ligado inexorablemente a la política supranacional de la U.E., especialmente la agraria. En estos años iniciales del S. XXI nuevas infraestructuras han modernizado Caniles. El pueblo que fue emigrante en los 60 ha visto como en los últimos tiempos se han ido instalando en él gentes procedentes de otros lugares del mundo, especialmente de los países del este e hispanoamericanos, en busca de un mejor futuro.

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